miércoles, 4 de enero de 2012

ESTA ES LA GENTE QUE DIOS BUSCA

 
  
 
 
Después de que David venciera al gigante, llegaron los problemas. Todos lo aplaudían, lo ensalzaban y hasta despertaron celos en el rey Saúl, quien intentó matarlo. Saúl entendió que David era quien le quitaría el reino. Pero, en vez de pedirle misericordia a Dios, Saúl se llenó de celos y resentimientos. David, en cuanto a él, se mantenía sujeto, le seguía respetando y reconocía su posición a pesar de lo impío que Saúl se había vuelto. Podía haberse defendido contra los intentos de asesinato de Saúl, pero se quedó a la espera de aquellas cosas que Dios le había prometido. David esperaba el momento divino. Al principio, Saúl puso a David entre los generales, pero también empezó a temerle y le degradó, haciéndolo pasar de general a jefe de miles. Luego, le quitó su esposa, dándosela a otro.
No obstante, Jehová seguía con David, él no se sintió afectado por los cambios de parecer del rey, y se mantuvo humilde ante Dios. El problema de Saúl contra David era que preveía que David era el que le quitaría el reino, de ahí nacía esa raíz de amargura. David era una amenaza para Saúl. Sin embargo, aunque David tuvo varias veces la ocasión de matar a Saúl, nunca se atrevió a levantar la mano contra el ungido de Jehová. David no quería violentar la autoridad establecida por Dios, sino que dejaba que Dios actuara.

Esta es la gente que Dios busca: temerosa, que no se mueva ni ceda ante las presiones, sino que permanezca en la limpieza de sus manos. Saúl lo perdió todo por ser un impaciente, no esperó a que llegara el profeta sino que, de su propia iniciativa, sacrificó los holocaustos. Saúl le preocupaba porque el pueblo se estaba impacientando y desertando. Por no haber esperado tres horas, el rey Saúl perdió la afirmación de su reino para siempre. El no creía que Dios era quien lo había llevado allí y que, aunque todo el pueblo lo dejara, Dios permanecería a su lado.

No te impacientes ni te dejes llevar por lo que la gente pueda decir. Si Dios te ha puesto en espera, no te muevas por tu propia iniciativa. Mira con fe al Señor, agárrate a sus promesas y si Él te ha llevado por ese desierto, te dará la victoria y no te entregará en manos de tu adversario.


Fuente:Revista Impacto Evangelistico.

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