lunes, 6 de febrero de 2012

Nada ni nadie nos puede cambiar

Un ejemplo digno de seguires la conducta de Daniel, quien se conservó firme en medio de condiciones adversas, ni claudicar en el más mínimo principio que había aprendido de la ley de Dios.

Daniel vio cuando su ciudad fue conquistada, el templo destruido y quemado; y los elementos y utensilios de adoración fueron tomados. Además Daniel y sus tres amigos fueron llevados cautivos a Babilonia.

Daniel pertenecía al linaje real de los príncipes. Este hombre no era del “vulgo”, había sido educado y capacitado para gobernar. La visión que le fue transmitida, a través de sus antepasados, estaba orientada en el liderazgo. Desde niño lo prepararon con todo el protocolo que exigía la ocasión.

Nabucodonosor, rey de Babilonia, contaba con una proyección “futurista”. La Biblia detalla que, cuando conquistó Jerusalén, dio indicaciones a sus criados: “Y dijo el rey a Aspenaz... que trajese de los hijos de Israel, del linaje de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos” (Daniel 1:3-4). Este rey entendía que si esta gente era capacitada, su gobierno sería fuerte.

Daniel, tenía una conducta irreprensible, había sido adoctrinado en la ley, adorando al verdadero Dios, no postrándose ante ídolos, ni hombres. Contaba con capacidades para el desempeño a nivel administrativo. Era un hombre sabio, inteligente, capaz de estar en cualquier palacio. Tres años fue el plazo que Nabucodonosor estableció para que estos jóvenes fuesen instruidos en las letras y lengua de los caldeos. Pero en medio de esta sociedad pagana, Daniel se fijó una meta: crecer en la vida espiritual con determinación sólida e inamovible.

Aunque le cambiaron el nombre, le inculcaron otra cultura, le quisieron imponer una religión extraña, condicionándole a cierto estilo de vida, Daniel no se dejó, se mantuvo fiel, porque en el tiempo de la crisis reveló lo que era y a quien amaba.

Daniel determinó no contaminarse, ni descarriarse del camino de Dios y no se dejó influenciar. Para poder servir a Dios, uno no puede ser de “doble ánimo”, no puede servir a dos señores; al único que tiene que rendirle cuentas es al Señor Jesucristo. Él está buscando un liderazgo sólido, muerto al mundo, crucificado con Cristo. Dios quiere fidelidad, hombres y mujeres identificados con su Palabra.

Tome hoy la determinación de honrarle por encima de usted mismo, de su familia. Vuelva a la vida de fidelidad, oración y consagración.

Daniel determinó no contaminarse, ni descarriarse del camino de Dios y no se dejó influenciar. Para poder servir a Dios, uno no puede ser de “doble ánimo”, no puede servir a dos señores; al único que tiene que rendirle cuentas es al Señor Jesucristo. Él está buscando un liderazgo sólido, muerto al mundo, crucificado con Cristo. Dios quiere fidelidad, hombres y mujeres identificados con su Palabra.


Fuente:Revista Impacto Evangelistico.

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